Casa Victoria. Vermutería y bar de tapas que evoca a tradición familiar.

Hay cometidos que requieren de una considerable implicación, de una implicación personal. Proyectos que demandan de retrospectiva, para crear y recrear a imagen y semejanza de vivencias, de recuerdos, de costumbres. Hablamos de Casa Victoria. Un homenaje de Victoria del Hoyo a sus antepasados, un espacio cien por cien Francisco Segarra.

El vínculo profesional entre ambos creativos, favorece un espacio fiel que se contempla desde la mirada nostálgica. Victoria del Hoyo, aporta una historia vivida en primera persona, Francisco Segarra; aporta su idiosincrasia.

Una historia, una inspiración, un proyecto.

«Vestigios del pasado se filtran por los resquicios de la memoria, al atravesar la puerta de la añeja tienda de ultramarinos. Apenas sin espacio para maniobrar, bajo la atenta mirada del tendero, se pide la vez, y se espera el turno, es momento para ponerse al día.

Intensos y diversos olores, de un tiempo pretérito, inundan el comercio. ¿Algo más? reitera, el propietario, antes de terminar de despachar. El bacalao para Semana Santa; la sardina de bota, a una por barba; las legumbres a granel y fiadas; abastos que se despachan en una relación de tú a tú con la clientela.

Una alegoría que magnifica el pasado. Anaqueles de madera, cargados de historia, sustentando latas decoradas y productos abarrotados, cuadrados al milímetro y perfectamente encarados. Tiempos de balanzas mecánicas, registradoras decimononicas, cortadoras para chacinas o embutidos y costumbres de barrio».

Casa Victoria. Ultramarinos desde 1896.

Diseñar y decorar el bar de tapas, y evocar la historia familiar de la propietaria; Victoria del Hoyo Herrero, diseñadora, fundadora y CEO de la firma valenciana de calzado premium myblüchers; fueron menesteres de un proyecto cargado de implicación emocional.

diseño-vermuteria-bar-de-tapasEra la década de los 40, época pretérita de penuria económica, cuando los establecimientos no tenían nombre comercial y se fiaba en las tiendas, Victoria Terradez Palomares (1896), despachaba en su ultramarinos de la plaza de Santa Catalina de Valencia. Un establecimiento lleno de encanto, abarrotado prácticamente de casi todo, en el que despachaba a gusto de cada uno de sus vecinos.

Dominaba, y domina en mi memoria -relata Victoria del Hoyo- el penetrante aroma del comino y la pimienta, del tueste de café de estraperlo, del tocino de veta y de las hojas de bacalao colgadas del techo. Los ultramarinos de barrio eran, sobre todo, eso: olores.

Un siglo después, la historia de esta tendera continúa. Su biznieta, Victoria del Hoyo, cuarta generación con el mismo nombre, abre en pleno Barrio de El Carmen, Ultramarinos Casa Victoria. Un proyecto materializado por Francisco Segarra. Un guiño a todo un clásico valenciano: el espíritu de la botiga. Ese aroma a la tradición, al alma de los oficios bien hechos, que se traslada a un local de culto donde tomar junto a su barra las mejores tablas de salazones, conservas, fiambres, quesos y encurtidos.

Los espejos en los que se anuncia lo que allí se despacha; las persianas de madera que revisten las paredes; las lámparas quinqué de cristal antiguas que iluminan con escasez; partes de un interiorismo capaz de revivir vestigios de un recuerdo no tan lejano. Las máquinas de cortar fiambre, a manivela; la báscula, en la que fijamos la mirada cuando se pesa, los sifones… enseres, atrezzo y toda clase de artilugios para decorar el bar de tapas; el efecto placebo de un pasado pendiente de recordar.

Ultramarinos y coloniales. Recuerdos de épocas en las que a España llegaban los productos de ultramar. Olores y recuerdos que se van, pero que también vuelven. El ocio diurno y el vermú resucitan en Casa Victoria. Un trago en una venta modesta venido a más. Un sitio de encuentro y preámbulo; que es parte de nuestro aperitivo sagrado.