Utilización de espacios de gran valor arquitectónico en el diseño interior

Estaciones, teatros, iglesias, mercados, almacenes y naves abandonadas con altura infinita, diáfanos en su mayor parte; son el armazón perfecto para los restaurantes y hoteles más actuales del momento.

Estas joyas arquitectónicas, evidencian que la reutilización de estructuras desahuciadas evita el crecimiento descontrolado en las ciudades; con resultados sorprendentes en manos de profesionales con visión creativa y respetuosos con el entorno.

La altura infinita de estos legados arquitectónicos permite a los arquitectos e interioristas trabajar tanto con la distribución vertical como horizontal. Las grandes luminarias o los imponentes elementos decorativos acaparan todo el protagonismo.

Se trata de grandes espacios donde se minimiza la necesidad de optimización del espacio, en cuanto a comensales o usuarios, pudiendo dar mayor relevancia a los aspectos estéticos.

Desprovistos de artificios y conservando los elementos estructurales significativos como bóvedas, ventanales, antiguas vigas de madera o pavimentos y revestimientos originales, estos espacios son la antítesis a las impersonales construcciones modernas.

Espacios ignorados donde quedan claros los efectos del paso del tiempo. Grietas, humedades y síntomas del abandono; que lejos de ser un inconveniente, se transforman en parte estética del espacio.

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Las antigüedades, los muebles de oficio o las piezas de estilo vintage, visten estos espacios capaces de agradar y seducir al cliente más exigente. Enseres de viejas fábricas desmanteladas y piezas denostadas con años de historia, sumados a la singularidad arquitectónica logran espacios con un encanto innegable.

La conversión de estos espacios tiende a preservar o rememorar su actividad original en un patrimonio escaso, que se revaloriza gracias al diseño innovador, capaz de transformar espacios inservibles en espacios sostenibles, singulares y únicos, cuya impronta y carácter diferenciador sea la clave del éxito en el sector comercial y la hostelería.

Muestra de estas originales metamorfosis, el lujo sin ostentaciones que reina en el antiguo Palacio Abdallah Bustros del siglo XIX, que en manos de la diseñadora María Ousseimi se ha convertido en el restaurante de comida libanesa, Liza en Beirut. El segundo de su propietaria Liza Asseily.

500 m2 de decoración de estilo árabe con arcos apuntados y preciosos revestimientos cerámicos; donde se han conservado los grandes ventanales de estilo morisco con 7 metros de altura.

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Los antiguos astilleros de la isla de Djurgården en Estocolmo, albergan el restaurante Oaxen Krog & Slip, proyectado por el arquitecto sueco Mats Fahlander. La estructura original y las viejas barcas que penden de las vigas, evocan su pasado industrial creando un sugerente ambiente náutico.

Las lámparas de los años 50, los taburetes de los años 20 y unas bellas butacas de un antiguo cine, ancladas al suelo; forman parte del mobiliario.

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Las viejas vías que recorren el restaurante Meat West en Amsterdam son fruto de la reconversión del antiguo depósito de tranvías, en un auténtico espacio de ocio que alberga restaurantes, tiendas, un cine, un hotel y un mercado
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Otra muestra es el excelente trabajo llevado a cabo por el estudio francés Piet Boon, para el ganador de una estrella Michelín, Sergio Herman y el el chef Nick Bril en el restaurante The Jane; ubicado en la capilla de un antiguo hospital militar de Amberes.
Su impresionante techo abovedado en estado original, la estructura acristalada que encierra la cocina en el altar, sus coloridas vidrieras actualizadas, los más de quinientos paneles con imágenes religiosas y la espectacular lámpara de araña de 12 metros con 150 bombillas son muestra de un trabajo sobresaliente.

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